Xavier Bru de Sala

Escritor El Periódico 31.05.3013

Homofobia en Francia

Ya es todo un síntoma de estos tiempos que el país con más tradición en la defensa de las libertades, sea escenario de luchas encarnizadas contra los derechos de los homosexuales. ¿Dónde está la igualdad? ¿Es así como Francia pretende proseguir con su papel de faro de la modernidad y las más tolerantes formas y maneras de vivir?

En Francia, la reacción nunca ha sido poca cosa. Los mejores intelectuales y escritores de derechas han sido franceses. Su catolicismo, como decíamos hace unas semanas, forma parte del bloque retrógrado con toda la contundencia de la que es capaz, que tampoco es mucho en el país más laico y laicista que han conocido los siglos. Ahora bien, es la Francia actual donde el candidato de la extrema derecha desbancó al socialista en la primera vuelta y concurrió a la segunda. Es allí donde existe un partido de cazadores muy potente. Y son una proporción colosal los franceses que no se tragan el multiculturalismo. Y también es uno de los países europeos con menos ascensores sociales y más guetos donde los inmigrados son condenados a malvivir. Sin embargo, sorprende mucho, muchísimo, tanto la magnitud de las protestas como la virulencia de los que se manifiestan.

El pleno reconocimiento de la igualdad con independencia de la opción sexual es el resultado de una larga lucha, que ocupa buena parte del siglo XX, pero que hasta el XXI no llega a la cima del pleno reconocimiento, representado por el matrimonio y el derecho a la adopción. En los países avanzados, todavía hay mucho campo para recorrer hasta la normalización total, la que debería llevar a la disolución, por objetivos cumplidos, de los movimientos gays. Sin embargo, la mayor parte del camino se ha hecho con éxito. La naturaleza, no solo la humana, se manifiesta de muy diversas formas, pero es precisamente la humana la única que ha ejercido una muy feroz represión secular, por no decir milenaria, contra la propia diversidad. Ha habido sociedades más tolerantes y otras menos. Se decía de Julio César que era el hombre de todas las mujeres y la mujer de todos los hombres, y no lo mataron por eso. No hay que remontarse a la Grecia clásica ni recordar la tolerancia en muchas épocas y en buena parte del Islam. O no debería, si no fuera por contraste con la terrible persecución y el oscurantismo total desencadenados por el catolicismo en la edad media.

Quizá por eso, porque ha tenido que luchar contra la propia barbarie en muchos órdenes, porque pasó del absolutismo a la libertad, del imperialismo a predicar la liberación y, con más largo recorrido, de la inquisición a los derechos humanos, Europa tiene más mérito que muchos otros lugares. Los poderosos han sido partidarios de la arbitrariedad, los abusos de todo tipo, y de atemorizar a los débiles, por lo que llegar a establecer un buen modelo de convivencia en libertad y con seguridad no es muy usual en las sociedades humanas.

La reacción francesa al matrimonio homosexual indica que no podemos dar nada por ganado ni ninguna conquista social por definitiva. Al contrario, en estos tiempos de crisis más que en ningún otro es imprescindible velar porque los que cortan el bacalao no abusen y conviertan los estados en muñecos a su servicio. El Estado del bienestar peligra, o al menos su integridad. Pero también peligran los valores, los cimientos sobre los que se asienta.

Las teorías de la conspiración caen por su propio peso ante las mil constataciones sobre la imprevisibilidad del resultado de las acciones humanas. A menudo, del mal sale el bien, y viceversa. Pero las tendencias sí existen, y en nuestros días aumenta la que pretende a los individuos en situación de debilidad y de riesgo.

La batalla de los valores, la de la igualdad de derechos en esta y otras cuestiones no se puede desligar de la batalla para mantener y hacer viable el Estado del bienestar. Buena parte del centro europeo y americano están comprometidos, pero como se ve en Francia con la bicefalia de la derecha, el conservadurismo centrista está amenazado por la derecha extremista y sus adláteres. También sucede en España con las llamadas constantes al retorno del autoritarismo, y en la Gran Bretaña de Cameron, donde los tories están divididos por Europa y las bodas gays, entre otras cuestiones fundamentales.

La homofobia es uno de los caballos de batalla de los que quieren derribar nuestro modelo de sociedad.